El mal lamió
mi alma.
Cayó la
tarde callada
y un temblor
recubrió mi espalda.
A lo lejos
un pájaro negro
cantando en
la muerta noche.
Susurraba
con alas rotas
entre mis
palabras desgajadas.
Quise forjar
un verso de mis huesos
pero estaban
yermos.
Quise
esconderme del canto ignoto
pero me
perdí entre las negras plumas.
El mal
comprimió mis manos.
Aquellas
estrofas explotaron ocultas
en las
palmas quebradas del dolor.
Su canto
arruinó mi sangre
y ya no pude
garabatear

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